Algarve, pueblos blancos, aguas turquesas y playas infinitas
© Proporcionado por Glamouratis El cabo de San Vicente (Foto: Turismo del Algarve)
Este camino playero, con ínfulas de Caribe atlántico, nos lleva directamente hasta la bienquerida Lisboa, doblando el cabo de San Vicente y pasando por el Alentejo que mira al mar.
El Algarve es un himno al verano, una canción del pirata, una habanera y, por supuesto, un fado por las tabernas (desde Ayamonte hasta Faro y más allá), aunque alegre.
Por sus playas infinitas, sus aguas turquesas, sus pueblos blancos sin ser Cádiz y sus acantilados. Se pone turístico en Portimâo y se vuelve pintoresco en Monchique.
Lo que nos separa (y nos une) es el Guadiana, que aquí sí aparece. A un lado, Ayamonte.
Al otro, Vila Real de Santo António.
Playas a la carta
Al este están las más largas, kilométricas y paradisiacas, de arena blanquísima y aguas turquesas.
Las enmarcadas entre altos acantilados de tonos rojizos, en el centro, y al oeste, las más salvajes, de aguas embravecidas y casi vírgenes.
Para elegir. Masificadas y desiertas, y un término medio; en total, 200 kilómetros de costa.
Hacia la desembocadura del Guadiana, por ejemplo, están Manta Rota, Altura, Praia Verde y Monte Gordo, arenales que entran en el mar donde el agua no cubre.
© Proporcionado por Glamouratis La playa de Falésia (Foto: Turismo del Algarve)
Tavira, tan lejos del ruido mundano
El Algarve saca en Tavira su lengua de tierra, casi espiritrompa de mariposa, de once kilómetros, para que los buscadores de horizontes se tumben a descansar, lejos de la verticalidad impuesta de las rutinas.
No hablamos del pueblo blanco de Tavira, que lo veremos solo por nuestro retrovisor, y sin coche, sino de la isla que está en el entorno de la ría Formosa y a la que se llega en viejo barco.
Hay casitas para alquilar, camping y chiringuitos. Aquí, en Tavira, todo es océano.
© Proporcionado por Glamouratis Isla de Tavira (Foto: Turismo del Algarve)
Las islas de la ría Formosa
Y luego están las otras islas, que aquí son ilhas, a las que se parte desde Faro, Olhâo y Tavira.
La de Barreta, donde no vive nadie (se llama también Desierta), salvo las aves zancudas, te parecerá un paraíso, tan alejado del follón; y lo es, con su único restaurante (Estamine) donde el marisco y el pescado fresquísimo se sirven en bandeja que no puede ser sino de plata.
No podías estar más al sur de Europa, bueno sí, si llegas hasta el Cabo de Santa María, en la isla de Farol.
Nos encontramos dentro del Parque Natural de Ría Formosa, entre dunas, cabos, humedales y lenguas de arena.
No te pierdas el viaje en barco por la ría. Ni el maravilloso espectáculo de las aves.
© Proporcionado por Glamouratis
Albufeira no es Tarifa ni Mikonos ni Cadaqués
O sí lo es, pero a la portuguesa. Albufeira está dentro de Faro y al lado del mar. Suena a la Valencia del arroz y las barracas, pero es atlántica a rabiar y además árabe (Algarve quiere decir 'al oeste', del Al-Ándalus).
Un pueblo de pescadores pintado de blanco que aman los veraneantes convencidos. ¿Playas? Salgados, Sâo Rafael, Santa Eulália, Maria Luísa, y, cómo no, Falésia.
En julio, hay festival (música, gastronomía, artesanía) en la famosa Playa de los Pescadores.
Hacia el interior, Silves, con su imponente castillo, o el de San Juan de Arade, en Ferragudo, tumbado a su modo en la playa.
© Proporcionado por Glamouratis Playa de los Pescadores de Albufeira (Foto: Turismo del Algarve)
Portimâo, el colmo del turismo
Arribamos a Portimâo, distrito de Faro, donde está la soberbia y concurrida al cuadrado Praia da Rocha y donde se alza una casa familiar del siglo XIX que casi vuela sobre el océano y que es, fue, el primer hotel del Algarve (1934).
A saber: el Bela Vista Hotel & Spa, con acceso directo a la playa y plagadito de tumbonas diciéndote ‘ven’, mientras el sol sale o se pone.
Cerca está el complejo macroturístico de Vilamoura, destino europeo de referencia y cumbre del glamour.
El Algarve más cosmopolita y animado: huye si buscas soledad. En agosto tendrá lugar el Festival de la Sardina de Portimâo, por si te pilla por allí.
© Proporcionado por Glamouratis El histórico hotel Bela Vista
Monchique, termas y montaña
Si eres más de montaña, ponte a la sombra de la sierra de Monchique y corona el pico da Fóia, a 902 metros, el punto más alto del Algarve.
Y luego déjate caer por las termas como un romano y busca tu triclinio.
Estarás junto al bello pueblo blanco de Monchique, encaramado a la sierra verde, entre camelias, hortensias y árboles frutales. Es la villa de postal que necesitabas.
© Proporcionado por Glamouratis El hotel D. Carlos, dentro de la Villa Termal de Monchique
Y por fin, el cabo, el punto más suroccidental de Europa
Inenarrable la sensación de estar en el cabo de San Vicente, el mejor lugar para ver los barcos rumbo al norte de Europa pasar, donde el viejo continente se despide y donde el Portugal del sur da la vuelta para empezar a ser norte y dibujar la Costa Vicentina.
Es la tierra en la que el mar se vuelve salvaje y muy surfero. El surf tiene nombre de Amado, Arrifama, Vale Figueiras, Cordoama y Amoreira, sus playas.
Hay hasta un arrecife de coral en Carrapateira y también una isla, la de Passegueiro.
© Externa
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